La "Agenda Oculta" de Habitat III en Quito

¿Ha roto Habitat3 con los problemas estructurales de las urbes o se ha convertido en una feria de venta de productos urbanos?

Artículo de FERNANDO CARRIÓN - FLACSO, publicado en El País en 14 de noviembre de 2016.


Manhattan, Nueva York. PEXELS

Durante los días del 17 al 20 de octubre se realizó en la ciudad de Quito el evento denominado HABITAT III, organizado por ONU-HABITAT, con la finalidad de aprobar la denominada Nueva Agenda Urbana. Desgraciadamente este propósito pasó a un segundo plano debido a que, por un lado, el documento fue acordada de forma previa al conclave, lo cual hizo que las deliberaciones centrales pierdan sentido; y por otro lado, a que las instituciones y las personas que llegaron a la reunión oficial lo hicieron más para visibilizar proyectos, legitimar posturas y vender ilusiones que construir un horizonte para las ciudades. En ese sentido, más que una cumbre de ciudades convocada para acordar los caminos de su desarrollo, fue concebida como una feria comercial; donde los llamados side events -aislados e inconexos- no fueron diseñados para debatir los grandes temas de la agenda y las formas de llevarlos a la práctica, sino para promocionar productos urbanos. Por eso la agenda urbana no levantó el menor entusiasmo, ni siquiera en los más cercanos interesados. En 20 años volverá a pasar lo mismo, como ya ocurrió en Vancouver y Estambul, cuando se refrenden los compromisos para mejorar el hábitat, que luego tendrán muy bajo impacto. ¿Para qué sirven las conferencias de HABITAT de las Naciones Unidas? Solo Ecuador, sede de HABITAT III, invirtió 30 millones de dólares.

El espacio diseñado para llevar a cabo las deliberaciones siguió las normas de Naciones Unidas, que exige la entrega de soberanía donde se realiza la cumbre; tan es así que se enarboló la bandera de la ONU en ese espacio y se derrocó una escultura en homenaje a los desaparecidos, por que les estorbaba. Se construyó un espacio cerrado, a la manera de una “ciudad amurallada” de la edad media, que para ingresar se requería identificación (pasaporte), permiso (visa) y cacheo (aduana). Este concepto generó muchos problemas para la inscripción y el ingreso de personas, así como excluyó a muchos interesados.

Llamó la atención que ningún gobierno local, órgano representativo de las ciudades, fuera signatario de los acuerdos, como tampoco la ciudadanía organizada estuviera presente en las resoluciones, evidenciando que los gobiernos nacionales y los organismos de cooperación internacional -impulsores de la descentralización y el fortalecimiento de los gobiernos locales- no han sido consecuentes con sus propias políticas. De esta manera, la ciudad como objeto estuvo presente, pero su representación política y ciudadana no, básicamente porque Naciones Unidas es una organización internacional, es decir de naciones y no de gobiernos locales. La metodología seguida en la construcción de la NAU también fue excluyente: la cooperación internacional diseñó las políticas, los gobiernos nacionales se comprometieron y los municipios deberán acatar lo resuelto; es decir, se hizo realidad el viejo principio de pensar globalmente y actuar localmente, que conduce a la pérdida de la autonomía municipal y a que la cooperación internacional no se comprometa a nada. Axioma que lleva a una política única construida en una cúspide inaccesible, desde donde se dictan las propuestas locales.

Por eso los alcaldes representantes de CGLU se congregaron antes -durante los días 14 y 15 de octubre- y en otro lugar –Bogotá- para discutir respecto de su papel en la cumbre mundial. También en Quito -el día 16 de octubre- hubo otra reunión de autoridades locales, invitadas por el alcalde de la ciudad. Quién gobierna las ciudades no tuvo presencia en las decisiones y eso que la cooperación internacional (ONU-HABITAT, dentro de ella) lleva décadas impulsando los procesos de descentralización hacia los territorios. Por si eso fuera poco, un grupo importante de mujeres se reunió en Quito -un día antes del evento oficial- para ponerse de acuerdo en sus posiciones, porque la ciudadanía tampoco está representada en HABITAT, lo cual instala una paradoja: diseñar una agenda urbana sin actores, sin sujetos, sin movimientos sociales, sin partidos políticos; cuando es sabido que ciudad sin ciudadanía no existe.

El resultado de HABITAT III fue una Nueva Agenda Urbana que poco tiene de nueva, menos estructura de agenda y lo urbano se diluye en la definición de hábitat, que no es otra cosa que una importación conceptual de las ciencias naturales. Es demasiada general, carece de metas y los actores principales no están presentes. De allí que entre los pasillos quedó la sensación de que se coló una “Agenda Oculta” compuesta por tres componentes:

El “urbanismo de las palabras” -nada tienen que ver con la Ciudad Letrada de Ángel Rama- que abusa del concepto ciudad bajo la presentación de una solución a cualquier problema urbano aislado; así por ejemplo, si hay violencia en una urbe la salida será la ciudad segura (venta de alarmas, armas, muros), si la exclusión es la norma aparecerá la ciudad inclusiva (impulso del clientelismo); si una zona es altamente vulnerable nacerá la ciudad resiliente (para que los pobres sigan excluidos). También la ciudad histórica será la que certifica la UNESCO (como si no fueran históricas todas las ciudades), la ciudad inteligente la que adquiera la tecnología IBM o compre los servicios de Google (¿Hay ciudades tontas?), la ciudad compacta impulsa la gentrificación demandada por el capital inmobiliario y la ciudad sustentable se convierte en la base de los desalojos de la población de bajos ingresos. En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...

Cada una de estas palabras están definidas por variables e indicadores que permiten construir, gracias a la globalización de la información, ránkings de ciudades. Una vez procesados los datos por cada ciudad tipo se publican periódicamente las ubicaciones de las urbes, bajo un orden numérico de mayor a menor (índice), que estimula al gobierno de la ciudad a definir una política pública que mejore su ubicación; en otras palabras, a actuar más por una política de competitividad –no de cooperación- con otras ciudades, según los indicadores definidos por los intereses de los organismos internacionales, de las grandes corporaciones transnacionales o de las universidades también ranqueadas, organismos no gubernamentales o la gran prensa mundial. De esta forma, una ciudad competitiva será aquella que se encuentra en los primeros lugares de cada escalafón diseñado.

Para mostrar las bondades de esta propuesta, la cooperación internacional y las grandes corporaciones mundiales requieren de un efecto demostrativo, que no es otra cosa que los llamados casos exitosos convertidos en paradigmas o modelos replicables ad infinitum. Janet Sanz, Teniente Alcalde de Barcelona, en su participación en HABITAT3ALTERNATIVO dijo que su ciudad está en los primeros lugares de muchos de los rankings de ciudades, sin embargo, se muere de éxito, porque el turismo y los desahucios, entre otros factores, están carcomiendo la ciudad. El centro histórico de Quito es un caso exitoso que ha perdido el 42 por ciento de su población residente, como lo son Venecia o el Cusco donde el turismo ha hecho su trabajo devastador.

Este urbanismo de las palabras, en términos conceptuales, destroza el concepto ciudad y en términos de política urbana, rompe la integridad de la intervención y, lo que es más preocupante, se convierte en una “cortina de humo” para velar los problemas estructurales de las ciudades. Y como toda ciudad siempre hace alguna vez algo bueno, puede lograr una buena ubicación en algún ranking, lo cual sirve para legitimar su autoridad frente a la sociedad local.

 


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